-¡Buenas tardes, segador!
-¡Buenas tardes le sean dadas!
¿Qué se le ofrece, señora,
que tan de prisa me llama?.
-Usted como segador,
segador de honra y fama,
usted como segador
¿Quiere segar mi senara?.
-Esa senara de usted
no está para yo segarla
que es para condes y reyes,
caballeros de gran fama.
-Mi senara no es del valle,
tampoco de tierra llana,
que está en un vallito oscuro
debajo de mis enaguas.
- Mi senara es para usted,
si usted se atreve a segarla;
ni tié cardos ni garduñas
ni cosa que daño le haga.
Ya le prepara la cena,
ya le prepara la cama,
y a eso de la media noche
le pregunta doña Juana:
-¿Qué tal vamos, segador,
que tal vamos de senara?
De senara vamos bien,
llevamos diez manos dadas.
Y doña Juana le dice:
-yo con veinte, no me bastan.
-Me voy que ya viene el día,
me voy que ya viene el alba,
y dirán mis compañeros:
<< ¡aquel hombre cuanto tarda! >>
A eso de la media noche
la potrilla relinchaba.
Y aquí se acaba la historia
del segador y doña Juana.
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