Informante, la Señora Antonia.
Dos golfillos se encontraron
a un angelito en la calle,
que había sido abandonado
por la infame de su madre.
Entonces, dice el más chico:
a este no lo abandonamos,
lo criaremos con fatiga,
seremos todos hermanos.
Ya que estaban mayorcitos
y vivían de su trabajo,
tuvieron la mala suerte
de ponerse los dos malos.
Entonces dice la niña:
no os apuréis, hermanos;
voy a salir a la calle
por ver si encuentro trabajo.
Se dirigen a una fábrica.
- Señora ¿Qué quiere usted?
- Trabajo “pa” mis hermanos,
que los tengo sin comer.
Ya que estaban tan contentos
y vivían de su trabajo,
un día al dar de mano
se les presenta una anciana.
Una limosna por Dios,
si quiera, por caridad,
me encuentro sola en el mundo
y no lo puedo ganar.
Quien hace un mal, bien lo paga,
dice la anciana llorando;
que yo abandoné una hija:
aquí tengo su retrato.
Se miraron uno al otro
y ellos a su vez decían:
se parece a nuestra hermana;
la misma fisonomía.
Declaran que es madre e hija
y los cuatro se abrazaron;
por mala que sea una madre
no se vea en este cuadro.
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