Romance de Frasquito el de las Celadas


 
Este romance ambientado en el entorno de Iznájar a la manera lorquiana es muy popular entre las gentes del campo, de autor desconocido, con factura de a mediados del siglo XX es un claro ejemplo de poesía popular  según el poeta Manuel Machado nos decía en uno de sus versos, aquello de que la poesía pertenece realmente al pueblo cuando pierde el nombre de su autor.

Ya viene por el Junquillo
Frasquito el de las Celadas.
¡Ay, “daye” a la jaca torda!
¡Ay, “daye” a la jaca brava!

La que cortaba los vientos,
la que los vientos cortaba;
cuyo clarín de relinchos
se oían desde la plaza
de Rute, cuando subía
por la calle de Granada.

Llegaron a la pileta
en casa de Rafael Llamas,
para ponerle herraduras
a la jaca torda y brava.
 
Usaron martillo de oro,
treinta y dos clavos de plata,
pujavante reluciente
y tenazas niqueladas.

Frasquito montó de nuevo
la jaca torda de Iznájar,
por la calle las Fatigas,
camino viejo de Cabra
se dirige al Nacimiento,
porque Frasco enamoraba
a una mozuela morena
que vivía en la muralla.

No quieren que allí enamore
los zagalones de Zambra
si antes no les paga el piso
y baja a tomar el agua.

Frasquito se ha resistido
a la broma cruel y bárbara.

En el arroyo de las Tijeras
le tendieron la emboscada...
¡Ay, “daye” a la jaca torda!
¡Ay, “daye” a la jaca brava!

Pero escapar no es posible
con la brida adelantada
por ocho manos robustas
que a un tiempo le sujetaban.

Ya está Frasquito en el suelo
y huye la jaca asustada...

Del río Anzur agua turbia
Frasco bebe en la petaca
catorce veces seguidas

Entre lágrimas de rabia
con un retaco en el pecho
y una faca en la garganta,

Le quitaron treinta reales
para tomar limonada,
y hacia casa de Juan Félix,
entre grandes risotadas,
burlándose de Frasquito
van los mozuelos de Zambra. 

La luna de medio queso
tras la sierra se ocultaba
y dos guiños de luceros
sobre un olivo brillaban.

Y bajo un nogal frondoso
acaricia la culata
de su revólver Smith
que tenía cinco cápsulas.
 
Cantan serenata fúnebre
los grillos y las chicharras.

Su conocido chiflido
oyó la tordilla jaca,
que relinchó con fiereza
mientras la tierra escarbaba.

Ya Frasquito montó en ella,
ya por los vallados salta,
corriendo a campo traviesa
como si tuviera alas...

En la puerta de Juan Félix,
bebían con algazara
de sus coplas alusivas
los zagalones de Zambra.

Un redoble de galope
a media ladera avanza,
y la pandilla, suspensa,
ha silenciado su chanza.

Frasco lazó por su boca
un huracán de palabras,
pero de aquellos “valientes”
ninguno contestó nada.

Silencio y pasmo de miedo
recogió en el valle el aura,
y en las cumbres de Araceli
la tormenta se forjaba.

Salieron cinco relámpagos
del revolver que empuñaba
montado en su jaca torda
Frasquito el de las Celadas,
y otros cinco de las nubes
que por los llanos llegaba.

Cuatro quedaron tendidos
en tierra por cama blanda.
¡Ay, “daye” a la jaca torda!
¡Ay, “daye”a la jaca brava!
Los ayes y las blasfemias
persiguen a los que escapan
marcando en la carretera
treinta y dos clavos de plata.

A la grupa lleva Frasco
la niña de la muralla.
En pos de Sierra morena,
“ j´hacia” riscos de Calancha.

Va en busca de unos parientes
Frasquito el de las Celadas
huyendo de la justicia
y de la inconciencia humana.

Caminito de las cumbres,
a poner en alto el alma,
va la pareja bravía
sobre la tordilla jaca.

El terciopelo de hierba
de la vereda alfombrada,
pone sordina al galope;
y la brisa embalsamada
por el romero y la juncia,
el tomillo y la albahaca,
alhucemas y cantuesos,
lentiscos y mejorana,
llena de trágicos besos
les acaricia la cara.

¡Ay, “daye” a la jaca torda!
¡Ay, “daye” a la jaca brava!
 


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