Romances fronterizos

 

Entre los romances llamados fronterizos o moriscos, uno de los temas más conocidos y atractivos resultaba el de la pérdida de Granada a manos de las tropas cristianas, especialmente para nosotros los iznajeños que fuimos frontera durante siglos entre las tierras granadinas y el reino cristiano, por lo que no es nada extraño encontrar variedad de versiones de dicho romance. El rey Chico es Boaddid, al que la tradición ha otorgado todos los calificativos excepto el de valiente. Es muy conocida la leyenda según la cual el pobre rey moro lloriqueaba ante su madre por la pérdida de tan hermosa ciudad. Se asegura que su madre le espetó con saña: << llora como mujer lo que no supiste defender como hombre >>.
Informante, Emilia Arenas, natural del campo de Iznájar y fallecida a los 80 años en una residencia de Priego de Córdoba.

ROMANCE DE LA PÉRDIDA DE GRANADA

El año de cuatrocientos
que noventa y dos corría,
el rey Chico de Granada
perdió el reino que tenía.

Saliose de la ciudad
un lunes al medio día,
cercado de la ciudad
la flor de la morería.
Su madre lleva consigo,
que le tiene compañía.

Por ese Genil abajo
el rey chico se salía;
pasó por medio del agua,
- lo que hacer nunca  solía –
los escritos se han mojado
que eran de grande valía.

Por mostrar más su dolor
que en el corazón tenía
ya que esa áspera Alpujarra
era su jornada y vía,
desde una cuesta muy alta
Granada se parecía.

Volvió a mirar a Granada,
de´sta  manera decía:
- ¡Oh, Granada, la famosa,
mi consuelo y mi alegría!
¡Oh, mi alto Albaicín
y mi rica Alcaicería!

¡Oh, mi Alambra y Alixares
y mezquita la valía,
mis baños, huertas y ríos
donde holgarme yo solía!
¿Quién os ha de mi apartado,
que ya jamás os vería?

Ahora que te estoy mirando
desde lejos, ciudad mía,
más presto no te veré
pues yo de ti me partía.

¡Oh, rueda de la fortuna,
loco es quien en ti fía,
que ayer era rey famoso
y hoy no tengo cosa mía!.
Siempre el triste corazón 
lloraba su cobardía.

Y estas palabras diciendo
de desmayo se caía.
Iba su madre delante
con otra caballería;
viendo la gente parada,
le reina se detenía
y la causa preguntaba
por que ella no lo sabía.

Respondiole un moro viejo
con honesta cortesía:
- tu hijo mira a Granada
y la pena le afligía.
 
Respondido ha la madre,
d´esta manera decía:
- Bien es que como mujer
llore con grande agonía
el que, como caballero
su estado no defendía.
 


ROMANCE DEL REY MORO QUE PERDIÓ ALHAMA

En este romance, encontramos los lamentos y la desorientación entre los mahometanos por la pérdida de Alhama en 1482, la cual hacía presagiar una pronta caída del enclave granadino. El tono de conmiseración hacia el viejo enemigo musulmán hace que el narrador adopte el punto de vista de los árabes. De todas maneras este no es el poema primitivo ya que cuenta con un estribillo inusual en la época en que ocurrieron los hechos, fue un siglo después, el XVI cuando los romances alcanzan gran popularidad, adquieren nuevas formas y se les añaden composiciones líricas, estribillos, glosas, e incluso se mezclan unos romances con otros en lo que se llamó << ensalada >>. La inclusión de un estribillo deja clara la influencia culta sobre la redacción primitiva del testo.
 Informante de este romance, Julia Arenas.

Paseábase el rey moro
por la ciudad de Granada,
desde la puerta de Elvira
hasta la de Villarrambla.

¡Ay, de mi Alhama!

Cartas le fueron venidas
que Alhama estaba ganada;
las cartas echara en el fuego
y al mensajero matara.

¡Ay, de mi Alhama!

Descabalga de una mula
y en un caballo cabalga;
por el Zacatín arriba
subido se hacia la Alambra.

¡Ay, de mi Alhama!

Como en el Alambra estuvo
al mismo tiempo mandaba
que se toquen sus trompetas,
sus añafiles de plata.

¡Ay, de mi Alhama!
 
De que las cajas de guerra
aprisa toquen alarma,
porque lo oigan los moros,
los de la Vega y Granada.

¡Ay, de mi Alhama!

Los moros que el son oyeron,
que el sangriento Marte llama,
uno a uno y dos a dos,
juntado se ha gran batalla.

¡Ay, de mi Alhama!

Allí habló un moro viejo,
de esta manera hablara:
¿Para que nos llama, rey?
¿Para que esta llamada?

¡Ay, de mi Alhama!

- Habéis de saber, amigos,
una nueva desdichada,
que cristianos de braveza
ya nos han ganado Alhama.

¡Ay, de mi Alhama!

Allí habló un alfaquí
de barba crecida y cana:
- bien se te emplea, buen rey,
buen rey, bien se te empleara.

¡Ay, de mi Alhama!

Mataste los bencerrajes,
que eran la flor de Granada;
cogiste los tornadizos
de Córdoba la nombrada.

¡Ay, de mi Alhama!

Por eso mereces, rey,
una pena muy doblada:
que te pierdas tú y el reino,
y que se pierda Granada.

¡Ay, de mi Alhama!
                    

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